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La observación de un eclipse de Sol es, para los que tienen la oportunidad de contemplarlo, una experiencia memorable. Muestra de ello fueron los más de cien millones de desplazamientos para poder presenciar el ocultamiento de nuestra estrella el 21 de agosto de 2016, que pudo ser visto de costa a costa de los Estados Unidos, durante el denominado “Gran Eclipse Americano”
De manera fortuita, otro 21 de agosto, pero del año 1560, la observación de un eclipse de Sol transformó la vida de un niño de 13 años y fue determinante para nuestro conocimiento del cosmos.
La predicción del fenómeno había fallado por un día, y el pequeño adolescente danés, de nombre Tycho Brahe, se da cuenta de los errores de las previsiones astronómicas. Decide entonces dedicar su vida a hacer mejores observaciones y mediciones para poder entender de forma precisa el comportamiento de los astros.
Esto lo inspiro a crear instrumentos para estudiar diversos fenómenos cósmicos y a registrar de forma sistemática, noche tras noche, lo que sucedía en el firmamento. Según su concepción, era la única forma en que la astronomía podía avanzar. Provenía de una familia opulenta, por lo cual le fue fácil acceder a recursos para desarrollar su afición. Se dice que poseía hasta el 1% de las riquezas de Dinamarca.
Durante su vida Tycho fue además muy conocido por sus excentricidades. A la edad de 20 años una disputa lo había dejado sin nariz. Al parecer habría ocurrido por un desacuerdo matemático en donde, pese a salir vencedor en la pelea callejera, su contrincante le dio un golpe que le arrancó parte de la nariz. Desde entonces usaba una prótesis de oro.
Solía hacer exorbitantes fiestas en su casa, con la asistencia de una de sus principales mascotas, un alce de nombre Rix. El animal se aficionó a beber cerveza y muere de forma trágica cayendo por las escaleras durante una de sus borracheras.
Además de ser conocido por estas extravagancias, Tycho establece el primer instituto de investigación astronómica, antes de la invención del telescopio. Lo hizo en una isla que el rey le ofreció para desarrollar allí sus observaciones, y que se llamo Uraniaborg.
Su muerte también estuvo rodeada con un halo de misterio. Murió súbitamente el 24 de octubre de 1601 de una enfermedad de la vejiga, pero también existía el rumor de que lo habían envenenado con mercurio.
Al final de su vida, su principal pupilo fue Johannes Kepler, quien saltó a la fama luego de postular las tres leyes que rigen el movimiento de los planetas. Kepler no hubiera podido llegar a sus conclusiones sin disponer de las bitácoras de observaciones del gran Tycho, por lo cual muchos sospecharon de él como el culpable de su muerte.
En el año 2013 se exhumaron los restos de Tycho, confirmando que no lo habían envenenado y revelando que su nariz era realmente de latón.