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El paracaídas que abrió Croacia

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El pequeño país de Croacia, cuyo tamaño escasamente supera al Departamento de Vaupés, es reconocido hoy por su más reciente éxito futbolístico. Pero además de sus triunfos deportivos tiene también destacados aportes a la ciencia y la tecnología, que han transformado la existencia humana.

La fotografía de alta velocidad, la dactiloscopia que ha sido de uso extendido en criminalística para resolver multitud de casos, el bombillo de tungsteno, el bolígrafo y el torpedo, son algunas de las invenciones hechas por croatas.

Dentro de la lista hay un desarrollo que ha sido indispensable para la aventura espacial. Se trata del paracaídas, un elemento sin el cual cientos de misiones no hubieran podido regresar a Tierra, trayendo consigo equipos y seres humanos después de realizar sus tareas en el espacio.

El filósofo e inventor Faust Vrančić – Fausto Verancio -, nacido en la ciudad de Šibenik en la actual Croacia, fue el primero que, basado en los dibujos del gran Leonardo Da Vinci, fabricó y probó un rústico sistema de paracaídas muy similar a los usados actualmente. En 1617 en la ciudad de Venecia saltó desde lo alto de una torre en su paracaídas construido con una tela sobre un marco de madera y cuerdas atadas a su cintura y piernas. Para la sorpresa de muchos, Verancio descendió en su artefacto llegando perfectamente al suelo.

Las décadas siguientes vivieron otros casos de exitosos lanzamientos en paracaídas, pero el camino también estuvo acompañado de momentos trágicos. En 1912 el sastre Franz Reichelt colisiona mortalmente al probar su traje paracaídas lanzándose desde lo alto de la Torre Eiffel en París.

Otras desastres empañaron los inicios de la carrera espacial. El mono Albert II, primer mamífero en el espacio, alcanzó a subir a 134 kilómetros en 1949, antes de que su cápsula se estrellara al regreso debido a un fallo en la apertura del paracaídas. Igual suerte corrió el coronel Vladímir Komarov en 1969 a bordo de la nave Soyuz 1, convirtiéndose en el primer deceso de un ser humano producido en un accidente en vuelo en la historia de la carrera espacial.

Pese a los contratiempos iniciales, el paracaídas paso a ser esencial para misiones tan destacadas como las Viking, las primeras cápsulas en penetrar la atmósfera marciana y posarse sobre del planeta rojo en 1976.

Futuras misiones tripuladas a Marte descenderán en gigantescos paracaídas de cerca de 40 metros de diámetro. Asimismo se espera convertir a los astronautas en una especie de paracaidistas espaciales, para poder regresar a la Tierra abriendo el implemento a varios kilómetros de altura y tocar suelo apaciblemente.